Visite d'Isla Negra avec dégustation de vin

Esperé el tour en el punto de encuentro más cercano –un hotel a pocas cuadras del departamento que había alquilado por AirBnb- y desde allí nos llevaron a una tienda de artesanías, joyas y otros souvenirs chilenos de calidad, varios de ellos elaborados en cobre y lapislázuli, dos elementos típicos del país andino. A este lugar fueron llegando otros transfers, procedentes de distintos barrios de Santiago, cuyos pasajeros fueron siendo asignados a distintos guías y buses. Mi equipo se formó con una familia de Rosario (Argentina) y una madre de San Pablo con sus dos gemelas adolescentes.
No recuerdo cuánto tiempo después porque me dormí ni bien arranco el motor, pero serían aproximadamente dos horas, cuando llegamos a la localidad costera de El Quisco y descendimos en Isla Negra, una original construcción en forma de barco ubicada en un acantilado frente al Pacífico.
Me dejé sorprender por la faceta coleccionista del escritor, en su mayoría compuesta por objetos marítimos: mascarones de proa, caracoles, mapas, réplicas de veleros embotellados; también pipas, máscaras antiguas… ¡hasta insectos!
Está muy bien organizado: cada área de la casa está señalada con números y te dan un audioguía, entonces uno puede ir caminando a su ritmo y escuchando y mirando cada descripción. Pero no es ésta la única casa-museo de Neruda en Chile: también está “La Sebastiana” en Valparaíso y “La Chascona” en Santiago; este último nombre es el apodo con el que el poeta llamaba a su mujer Matilde, por su pelo enrulado.
Siguiendo por la costa del Pacífico en dirección norte pudimos ver desde la ventana algo del centro de El Quisco, y luego el siguiente balneario, Algarrobo, donde según nos contó la guía veranea parte de la clase alta santiagueña. Nos detuvimos en un gigantesco resort frente a la playa, el San Alfonso del Mar, para observar su piscina, que por años figuró en el Libro Guinness de los récords. Averiguamos que no es posible adquirir un pase diario para pasar el disfrutarla por el día, pero que mucha gente alquila esos departamentos por el fin de semana para disfrutarla: además no debemos olvidar que las aguas del Pacífico son frías así que por más que las playas sean super lindas de ver, no lo son tanto de entrar al agua.
Fue en un restorancito de Algarrobo que comimos, un menú compuesto por un pisco sour de bienvenida, pescado con ensalada de quinoa (sería imperdonable no deleitarse con los productos del Pacífico) y de postre suspiro limeño; todo maridado con un vino carmenère, mi cepa chilena favorita.
La última etapa del paseo fue ya a mitad de camino del regreso a Santiago, en el valle de Casablanca, zona famosa por sus vinos ubicada en la región de Valparaíso. Visitamos una viña orgánica, Veramonte, rodeada de viñedos y con una casona gigante donde también se celebran fiestas de matrimonio y grandes eventos. Lo primero fue el recorrido por la bodega, donde recibimos un resumen del proceso de elaboración de sus vinos y conocimos algunos elementos como el fudre –recipiente similar a la barrica de madera pero de mayor tamaño, que se utiliza por ejemplo para elaborar Merlot, y al contener menos madera que la barrica tradicional otorga un vino más frutal y menos amaderado- y también nos mostraron huevos de concreto o cemento, recipientes que se utilizan especialmente para los vinos blancos.
Para finalizar se nos ofreció una cata: un Sauvignon Blanc y un Pinot Noir de la línea Ritual y un blend –combinación de varias cepas- de la región de Colchagua.